El año pasado, en un calurosísimo día de agosto en Valencia, me subí a un coche con un compañero de trabajo de RA y dos conocidos valencianos y nos dirigimos al sur, fuera de la ciudad, hacia la playa. Tomamos la única vía disponible, la CV-500, una autopista en la costa a la que llaman Carretera de El Saler. En el bochorno del mediodía vimos pasar palmeras, hoteles descuidados y filas de invernaderos vacíos, en donde se suelen cultivar melones, calabazas y tomates. A nuestra derecha pudimos ver el Parque Nacional de La Albufera, una laguna de agua dulce llena de pájaros, y a nuestra izquierda, la Playa de Perelló, la preferida por surfistas, turistas y trabajadores de la ciudad disfrutando de la pausa del mediodía.

Todo esto parecería muy normal de no ser por la cantidad de discotecas y bares desperdigados a lo largo de La Ruta, en mejor o peor estado, reliquias todos ellos de una pujante industria de la vida nocturna. A partir del final de los años 70 hasta mediados de los noventa, la Carretera de El Saler fue la principal arteria de una rica escena musical que se condensó alrededor de docenas de discotecas, bares y lugares de espectáculos, algunos de ellos gigantescos, dentro y fuera de Valencia.

Esta escena llegaría a conocerse como La Ruta (o La Ruta del Bakalao / La Ruta Destroy) porque los fiesteros iban de lugar en lugar siguiendo una ruta fija. Este nombre, sin embargo, no se hizo famoso sino hasta finales de los 80. Según Joan M. Oleaque, cuyo excelente libro En Éxtasis es una lectura indispensable para dominar el tema, la expresión original era irse "de fiesta." A fin de simplificar, yo utilizaré solamente La Ruta.

En su mejor momento, decenas de miles de ravers viajaban desde la ciudad y los muchos pueblos de los alrededores a divertirse en sitios como Barraca, Chocolate, Spook Factory y Puzzle. Algunos, incluso, artistas famosos, diseñadores de moda y cineastas, llegaban desde más lejos: Madrid, Barcelona, Francia y el Reino Unido. Todo ello para disfrutar de una de las escenas más innovadoras a nivel mundial en materia de música de baile.

"Valencia siempre ha sido un punto de referencia musical muy importante," me contó Luis Bonias, un DJ de la segunda generación de La Ruta, mientras nos tomábamos una copa en el vestíbulo de un céntrico hotel en Valencia. "Sin Valencia, en España no hubiera habido nada, hubiera costado arrancar todo mucho más. Era muy complicado que esto se diera en Barcelona o en Madrid porque esto era un sitio apartado, en donde se daba algo mágico y especial, donde se empezó con 300, 400, 500 personas y luego se estableció a nivel global. Lo mismo que pasó en Manchester con La Hacienda."

Esto quizás sorprenderá a muchos. La Ruta es bien conocida, al menos en España y ha sido tema de varios libros, documentales y artículos en los principales diarios como El País y El Mundo. Pero entre los de habla inglesa, pocos saben de qué se trataba. No pude encontrar, a parte de breves notas en Electronic Beats, The Ransom Note y el ITHAKA Festival's blog, ningún artículo periodístico en la red, lo cual no deja de ser curioso si se tiene en cuenta cuán integrada estuvo La Ruta en la música del Reino Unido y de los Estados Unidos. Ibiza, una escena española con una historia temprana similar, es conocida en el mundo entero. ¿Por qué entonces Valencia no lo es? ¿Cómo puede ser que un movimiento tan grande e influyente se haya desvanecido así de la historia?

"Me parece increíble que la escena valenciana no saliera reflejada en el libro de Energy Flash," dijo Luis Costa, quien en 2016 publicó una exhaustiva historia oral sobre La Ruta titulada ¡Bacalao!

En la primera parada de nuestro viaje encontramos la causa, en parte responsable, de esa omisión. Entramos a un terreno polvoriento, al lado de un edificio bajo y marrón, con la pintura de sus paredes cayéndose a tiras y cubierto de graffiti. Esto era Chocolate, una antigua planta de secado de arroz, la cual, en su mejor momento, llegó a ser una de las discotecas más radicales y vanguardistas de la época. Hoy en día, tras una serie de cierres y cambios de dueño es una sombra de lo que era ayer, donde se celebran esporádicas fiestas conmemorativas y eventos nostálgicos con títulos como "Atrás en el Tiempo" y "Esa Noche del 98."

Un poco más adelante, en una glorieta donde la Carretera de El Saler se bifurca, se halla Barraca, la primera y probablemente más famosa de las discotecas de La Ruta. Su nombre denota un tipo de construcción típico de Valencia y una casita de campo es todo lo que era cuando la discoteca abrió en 1965. De un blanco resplandeciente y con un letrero plateado a la entrada, se encuentra actualmente en mejor estado que Chocolate—DJs actuales como DVS1 y Charlotte de Witte tocaron allí en 2019—pero no siempre está abierta. La Ruta es actualmente un recuerdo lejano.

"Ahora mismo Valencia es una mierda," el legendario DJ y promotor de Chocolate me dijo en un popular bar de tapas en la ciudad. "Antes se podía considerar que éramos pioneros en cuanto música se refiere, pero ahora no hay nada."

Chocolate, Barraca

El panorama fiestero era aún más árido en la segunda mitad de los 70, justo cuando la semilla de La Ruta comenzó a echar raíces. La muerte del infame dictador Francisco Franco en 1975 le quitó un peso al país, social y políticamente hablando, pero en términos de vida nocturna y de cultura popular, la escena estaba muy poco desarrollada. La mayoría de los bares y discotecas ofrecían una mezcla de disco, funk y piezas de los años 40. El DJ o pinchadiscos era simplemente un empleado más y las pistas de baile, espacios donde los hombres normalmente "se quedaban en la barra mirando cómo las mujeres bailaban" escribió Oleaque en En Éxtasis. Cuando se cansaban, normalmente se acercaban a la pista de baile y se dedicaban "a lo que mejor sabían hacer: pegarse."

No obstante, ya había comenzado a surgir un nuevo tipo de público. Jóvenes de veintitantos años quienes, estimulados por la transición de su país hacia la democracia, andaban en la búsqueda de las tendencias más modernas en materia de música y de moda. "Por primera vez hay una generación de jóvenes que salen a divertirse de verdad, mucha gente sale con libertad," dijo Costa.

"Fue un momento importante para la juventud española," dijo el venerado diseñador español Francis Montesinos en el documental 72h… Y Valencia Fue La Ciudad. Además de diseñar interiores de discotecas como Distrito 10, él era un asiduo del circuito de La Ruta. "Fue un momento de cambios, fue un momento de actitudes muy diferentes, actitudes sociales, actitudes de todo tipo."

Valencia se encontraba también en el lugar ideal para que se diera un movimiento alternativo fresco, gracias a un perfecto vendaval de historia, geografía y circunstancia. Tenía el tamaño justo, bastante efervescencia como para no sentirse claustrofóbica, pero a la vez, era lo suficientemente pequeña como para incubar una escena. A diferencia de Madrid y Barcelona, no estaba en la mira, y por lo tanto, las mayores presiones sociales, culturales y económicas de las ciudades cosmopolitas no le afectaban. El turismo florecía, en especial durante los largos meses del verano. Y por encima de todo, y esto me lo repitieron incansablemente, los valencianos tienen una fuerte tradición musical.

"En Valencia, hay muchas bandas de música," dijo el DJ y periodista Antonio Hal. "En las fiestas de verano, de Moros y Cristianos, había mucha gente tocando. Mi abuelo era compositor de pasodobles y todos mis primos tocan instrumentos. Hay mucha relación con la música desde tiempo inmemorial. Entonces yo creo que sí, esa actitud hacia la música de la gente valenciana estaba ya genéticamente predestinada."

Juan Santamaría

Pero por más que las condiciones fueran ideales, toda nueva escena requiere de un pionero, alguien capaz de romper el molde y de mostrarle a la gente que hay otra manera de hacer las cosas. Juan Santamaría, que acaba de morir en abril a la edad de 70 años, nació en Valencia en 1949. Pasó la década de los setenta por Europa, trabajando en hoteles, experimentando con drogas y pinchando discos cada vez que se le presentaba la oportunidad. Depuró su técnica en Cap 3000 en Benidorm, tocando ante miles de personas cada noche en una cabina construida como si fuera la de un helicóptero.

En 1977, durante un corto viaje de regreso a Valencia, Santamaría terminó por pinchar en Barraca debido a que el residente había sido retenido en Sevilla. La mayoría de los discos que había allí, él no los conocía—en esa época las discotecas mantenían sus propias colecciones de discos—y en la mesa de mezclas no existía la función de preescucha. Pero sí había un micrófono. Cada vez que tocaba un tema, le preguntaba a la multitud lo que pensaba. Si no le había gustado, le daba la vuelta al disco y probaba con otro. Al final, el club se estremecía.

"La diferencia entre mi generación de discjockeys y la anterior radicaba en nuestra formación vital," dijo Santamaría en En Éxtasis. "Nosotros éramos gente con curiosidad y queríamos que la música generase también curiosidad en la gente. Teníamos ganas de provocar afectos en el público de la discoteca. Y existe, además, otra diferencia, y es que a nosotros el dinero no nos importaba en absoluto."

"Mientras Santamaría todavía venía un poco de la vieja escuela, el prepara el terreno para esta transgresión y esta revolución, ya pinchando cosas muy diferentes," dijo Costa. "Él es el pionero absoluto, pero él sólo iba a pinchar, no organizaba. Era un dios en Valencia."

Pictured right: Juan Santamaría

Santamaría estuvo en Barraca únicamente un fin de semana antes de que la discoteca cerrara por un período después de Semana Santa. Pero fue entonces cuando Carlos Simó, otro eje crucial en la historia de La Ruta, lo oyó tocar y quedó impresionado. Antes había sido cliente y camarero de la discoteca y al irse Santamaría, pasó a los platos. Empezó como residente en 1980, una posición que mantuvo hasta 1986. En ese tiempo, posiblemente hizo más que cualquier otro DJ por darle forma a la escena.

Poco a poco, Simó erradicó la música de baile establecida (funk, soul, disco, flamenco) y la fue reemplazando con sonidos más frescos que iban de lo pop y rock and roll a lo punk, post punk y new wave. Promovió bandas como Ian Drury, Led Zeppelin, Tom Waits, Sex Pistols y Nina Hagen. Más adelante introdujo el Krautrock y bandas electrónicas tempranas como Kraftwerk y Tangerine Dream. Inventó un estilo ecléctico de pinchar discos años antes de que el término "baleárico" fuese acuñado para describir los conjuntos de reggae, soul y pop de Alfredo en Amnesia en Ibiza.

"Yo no pinchaba para todo el mundo, era una cosa especial," dijo Simó cuando lo encontré en una descuidada cafetería en Valencia. Anda por los sesenta, y en el 2011 sufrió un serio ataque al corazón. Pero todavía tiene uno de esos rostros que pierde 20 años al sonreír.

"Mucha gente de diferente procedencia venía a Barraca y me decía que bailaba todo lo que yo ponía porque ya sabían que era de calidad," dijo. "Yo no era un DJ al uso, el público sabía que iba a escuchar música distinta."

Entre pinchar discos y estudiar arquitectura, Simó se empeñó en seguirle la pista a las últimas novedades importadas. Viajó al Reino Unido y los Estados Unidos de América. En Valencia, antes de que Santamaría y Miguel Jiménez abrieran la tienda de discos Zic Zac en 1983, era cliente asiduo en Vda. Miguel Roca, unos grandes almacenes que vendían también televisores, lámparas y radios. Solía pasar horas dentro, escuchando cada disco. Al hacerse más famoso, prefería mandar a su hermana a buscar discos y así evitaba que otros en la tienda observaran su selección y la copiaran.

"Yo pensaba que se lo tenían que trabajar más," dijo Simó.

Simó era un DJ rebelde. Cada semana en la cabina de Barraca ejecutaba "la matada," un ritual en el que rompía un disco en dos simplemente porque había llegado al número uno. (Entre otros, "Tainted Love" de Soft Cell, sufrió semejante destino). El público flipaba.

"'¡¿Pero qué haces?! ¡Estás loco!' me decían," Simó le contó a Costa en ¡Bacalao!. "Intentaban llegar hasta mí, lo que pasa es que estaba una barra delante y la gente no llegaba. '¡No lo mates, no lo mates!'

Carlos Simo

Carlos Simó

Barraca estaba en Sueca, a unos cuarenta minutos de Valencia, y por eso atraía a fiesteros de los pueblos vecinos—almas jóvenes y perdidas que encontraban su identidad en la pista de baile. Cada semana, mods, punks, rockeros y otras tribus urbanas se mezclaban bajo los focos. Simó tocaba música para todos. No había restricciones de sonido gracias a las leyes obsoletas que estaban aún en vigor desde la era franquista.

"La única norma que había era que tenías que tener la vivienda más cercana a 500 m," dijo Simó. "Y con eso tenías licencia para abrir hasta las 12 del medio día."

Ya en 1981, Barraca era el corazón latiente de una escena musical en expansión compuesta de numerosos bares y discotecas en Valencia y sus alrededores. Talentosos jóvenes DJs como Quique Serrano y Juanito "Torpedo" ponían desafiante música de guitarra en sitios de moda tales como Galaxy y Gigoló. Las pistas de baile estaban abarrotadas, a veces hasta con 600 personas en ellas. Nada semejante estaba sucediendo en otras partes de España.

Mientras tanto, en otros bares y locales de la ciudad, se fraguaba un movimiento paralelo de música en vivo, conocido como Movida Valenciana, el cual había sido inspirado en parte por La Movida Madrileña, que a su vez tomó prestado del New Wave británico y la Neue Deutsche Welle en Alemania. En Valencia, el surgimiento de bandas encajó perfectamente con la nueva afición por la música de guitarra que había ido tomando fuerza en las discotecas. De un día para otro fueron organizados conciertos. En mayo de 1981, Soft Cell tocó ante varios centenares de personas en una discoteca llamada Éxtasis en Llombay, un pueblo de menos de tres mil habitantes.

"Hablar de Valencia a principios de los ochenta es hablar de un lugar donde sucedían muchas cosas de forma muy loca y divertida," Ana Curra, que tocó en unas cuantas bandas de la época, dijo en ¡Bacalao!. "Yo siempre he pensado que los valencianos llevaban una buena pedrada, un alto nivel destroyer y que son grandes amantes de la música. Ya en aquellos años, allí escuchabas música del mismo nivel que en Londres o en Madrid."

Ana Curra

"Esto viene propiciado por el cambio de gobierno al PSOE, que daban más importancia a la cultura," dijo Costa. "Y así es cómo se impulsó este movimiento de vanguardia en Valencia."

A dos personajes en particular se les ocurrió la idea de presentar bandas en discotecas. El primero fue Simó, quien de vez en cuando traía a Barraca grupos españoles como Glamour, Comité Cisne y el popular conjunto de Zaragoza, Radio Futura. Estos grupos solían tocar a la una de la madrugada, para darle tiempo a la gente a conducir hasta el local, con Simó pinchando discos antes y después.

El segundo y más prolífico fue Toni "El Gitano" Vidal, un DJ local, promotor y fanático del rock que me contó que él se consideraba la reencarnación de Ian Curtis de Joy Division. (También tiene el autógrafo de Peter Hook tatuado en un brazo). A lo largo de los ochenta, me relató que promovió 352 conciertos en Valencia y sus alrededores, incluyendo bandas como Soft Cell, Thompson Twins y Alphaville. Muchos tuvieron lugar en Chocolate, donde Vidal fue residente entre 1983 y 1986.

Abierta en el verano de 1980, Chocolate se llamó originalmente Chocolate Cream—su fachada parecía un pastel de chocolate con crema derretida. Juan Santamaría fue el primer residente, pero la discoteca no logró definir su identidad lo suficientemente rápido y los primeros años fueron caóticos. Cuando Vidal apareció en la escena, Artemio Guardiola, el dueño, estaba tan desesperado que le dio rienda suelta para que la rescatara.

"En esa época estaba destrozada, no había ni luces en el parking," dijo Vidal. "Le propuse al dueño crear algo diferente, lo anti todo. Empezamos con un local destrozado y yo ponía la música más extraña que te podías imaginar. Allí ponía los Sisters of Mercy, poníamos Cabaret Voltaire, Throbbing Gristle, bandas de todo tipo de estilos, lo que me salía a mí de los cojones."

En el primer concierto que Vidal produjo como residente, presentó al conjunto británico de rock Killing Joke. Les pagó 1.000 libras y los fue a buscar a Barcelona en su propio coche. Este espectáculo cambió la suerte de Chocolate.

Me negué a hacer ningún tipo de promoción, ni en radio, ni publicidad de calle, nada," dijo Vidal. "No quería que lo supiera la gente. Normalmente en Chocolate, alrededor de las 12 no había nadie, sólo alguna gente que venía de Barraca, pero muy poco, en ese momento no iba mucho público. Entonces a las 2 de la mañana tocó Killing Joke, que era un sábado y de repente la gente empezó a venir, y cuando llegó a la discoteca, se sorprendió mucho de que estuvieran tocando, y cuando ya la sala estaba reventada, el concierto se había terminado y la gente estaba muy enfadada porque no había podido ver el concierto y empezaron a tirarme vasos y movidas, querían matarme porque no habían podido ver a la banda favorita y lo había hecho sin avisar. Yo tenía muy claro lo que quería hacer que era comunicar, que a partir de ahí, yo iba a hacer lo que me diera la gana."

Pictured centre: Toni "El Gitano" Vidal

Este astuto truco de relaciones públicas dio resultado y en pocas semanas, Chocolate estaba llena hasta el tope. A fin de hacerle frente a la demanda, las bandas tocaban dos veces, una a las dos de la madrugada y otra a las siete de la mañana. Vidal pinchaba discos en los intervalos, tocando la música más oscura y retorcida que podía conseguir, desde Psychic TV y The Cramps a Skinny Puppy, Nitzer Ebb o Front 242. El tema Alien Sex Fiend de "Ignore The Machine" era el himno de Chocolate. Lo importante era causar un shock en la gente. Este enfoque generó un leal seguimiento de todo tipo de personajes extraños y siniestros. En ¡Bacalao!, Vidal se refiere a la discoteca durante este período como una a "secta."

Todo el mundo coincide en que la década del 80 fue una era dorada en la historia musical de Valencia. Las discotecas estaban llenas, la música era estupenda y había pocas restricciones. Las fiestas duraban toda la noche y a veces todo el día. Ya en 1986, además de Barraca y Chocolate, habían aparecido Espiral, Spook Factory, ACTV, Puzzle, Distrito 10 y Pacha Auditorium, que luego se llamaría Arena Auditorium. Zic Zac, la mejor tienda de discos de la ciudad, tenía un éxito extraordinario. Pero había algo más, un ingrediente secreto impulsando los buenos tiempos: la mescalina.

Esta droga, un precursor del éxtasis llamado MDA, apareció tan rápido como desapareció. (Su nombre es engañoso ya que no tiene nada que ver con el cactus). Vidal, sin duda alguna muy aficionado a ella, asegura haberla visto en circulación ya en 1981, aunque su vida comercial abarcara aproximadamente de 1982 a 1986. Dice el rumor que un día, la policía destruyó un laboratorio químico esencial, y ahí se acabó el negocio.

Tomada como cápsulas, los efectos de la mescalina eran similares a los del éxtasis actual: pupilas dilatadas, incremento de energía y un fuerte sentimiento de amor y simpatía hacia quienes te rodean. Pegaban maravillosamente bien con la música.

"La mescalina te abría los oídos," dijo Luis Bonias. "Creaba ese ambiente donde todo era felicidad, y la gente estaba muy abierta a todo tipo de música. Los DJs también podían arriesgarse más a poner temas raros aprovechando esa felicidad."

Distrito 10

Comenzó entonces a surgir una segunda generación de DJs, entrenada en las pistas de baile de mediados de los 80, selectores como Bonias, José Conca y David "El Niño." En 1986, Simó y Vidal dejaron Barraca y Chocolate respectivamente—Simó dejó de pinchar discos para manejar Puzzle, mientras que Vidal, por una disputa de dinero, se mudó a una discoteca llamada Bravatta. Era la oportunidad ideal para una ola de talento fresco.

Fran Lenaers, un verdadero amante de la música, hijo de padre belga y madre española, fue el más venerado de esta segunda ola, lo más cercano que La Ruta tuvo a un Larry Levan. Él fue el primero en cuadrar compases y mezclar discos—anteriormente los DJs mezclaban "al corte," pasando de un tema al siguiente. Él incorporó una máquina de ritmos, otro plato y a veces ponía cassettes. Cada fin de semana en Spook Factory, la discoteca playera donde se hizo famoso, hacía sesiones extremadamente largas, a veces de 26 ó 27 horas, alimentándose sólo de pizza y Coca-Cola.

"Yo he pinchado con los mejores DJs del mundo y con quien más he flipado es con Fran Lenaers, por supuesto ubicándolo en la época que era y con la música que era y con lo que había," dijo el DJ Kike Jaen. "El modo de pinchar suyo era muy artesanal. Los conocimientos físicos reales que tiene son increíbles, a utilizar las frecuencias, las vibraciones, ahí estamos hablando de un nivel muy top."

"Fran era un maestro absoluto," dijo el DJ y dueño de locales David Verdeguer.

Me senté con Lenaers en el Bar Piko´s, lugar de tapeo muy conocido, no lejos de Mestalla, un estadio de fútbol a medio construir (y aparentemente abandonado). Dijo estar contrariado porque no había habido buenas olas esa mañana—es un talentoso surfista—aunque su gran sonrisa e ilimitada energía no daban señales de contrariedad alguna. Para ser un DJ en su quinta década, se le ve increíble.

Me senté a hablar con él durante casi cinco horas. De vez en cuando, entre anécdotas no siempre fáciles de seguir de su época en Spook Factory, comenzaba a describir una de sus mezclas favoritas de entonces, paso a paso. Estaba clarísimo que su manera de pensar era absolutamente singular. Incluso hoy en día, a veces utiliza 300 discos, apretados en cajas de naranjas y bolsas de plástico, para un solo bolo. Si puede ir con su coche, lleva platos y CDJs extra, por si acaso.

Spook Factory

En Spook Factory, donde fue residente desde el inicio de la discoteca en 1984 hasta 1988, Lenaers fue una súper estrella. En 1985, ganaba 250.000 pesetas al mes, alrededor de €1500—mucho dinero para ese momento. Al año se había comprado una casa.

"Los que cobraban bien, cobraban 80 ó 100,000 pesetas, pero yo me llevaba el doble o el triple que el resto" dijo Lenaers. "En el año 1986 ó 87, vino el dueño de Pacha Ibiza y me dijo, 'quiero que pinches en Pacha Madrid en invierno y luego los tres meses de verano en Ibiza.' Y me ofrecía millón y medio pesetas [€6000] en Ibiza y 800,000 [€4800] en Madrid. Al mes. Piso en Ibiza y en Madrid. Los viajes entre semana pagados. Seis viajes a Londres o a Nueva York al año, todo pagado para comprar discos. Y le dije, 'no.' ¿Por qué? ¡Porque en Madrid hace frío, tío!"

Lenaers elevó el eclecticismo de La Ruta a nuevas dimensiones. Además de música con guitarra que recién estaba saliendo durante esa época—pop, rock y New Wave—también ponía música clásica, EBM y Afrika Bambaataa, mezclando esos géneros tan diferentes con absoluta perfección. A veces rellenaba los vacíos con trucos especiales tales como panoramizar el sonido por la sala o crear un efecto flanger con dos copias del mismo disco. Era un innovador.

"Yo tenía una forma de pinchar que era de anunciar los discos," dijo Lenaers. "Yo ponía trocitos muy pequeñitos de la melodía o de la entrada, y los metía dos o tres veces. Tal vez dos o tres horas después. Cuando entra, aunque sea la peor canción del año, es la que estabas esperando. ¡La mejor de la noche!"

Pictured right: Fran Lenaers

Después de un comienzo más bien flojo, la popularidad de Spook Factory subió rápidamente, en gran medida gracias una sanción administrativa que obligó a Chocolate y Barraca a cerrar por dos semanas. Lo típico era terminar la noche allí, por lo tardío de su horario, su política de puerta abierta y amplio registro musical. Todo tipo de personas se juntaba en esa pista de baile con las paredes negras, desde cantantes famosos, diseñadores de moda, hasta estrellas de cine y drag queens, traficantes de drogas y gente común y corriente. Fue muy popular entre el público gay. La cabina del DJ había sido diseñada según las especificaciones de Lenaers, y también se adelantó con el sistema de sonido, instalando un modelo Sonken de Japón. Según todas nuestras fuentes, la discoteca sonaba increíble.

Lenaers dejó Spook Factory en medio de una controversia—en ¡Bacalao!, dice que un portero de seguridad le dio un puñetazo en la boca mientras estaba pinchando. Esto fue en 1988, cuando La Ruta estaba entrando en una nueva fase, influida por una nueva generación de fiesteros. La mescalina había sido reemplazada por otras drogas como la coca, speed o el éxtasis y esto prolongaba bastante más el espíritu fiestero. Las discotecas, ahora negocios de verdad, con equipos de publicidad y grandes presupuestos, facilitaron esto, con cada una abriendo a horas distintas durante el fin de semana para que la fiesta no parase de jueves a lunes. El dinero entraba a raudales.

Ahí comienza el término de "La Ruta," que se acuñó para describir el fenómeno de ir de una discoteca a otra, con paradas para recargarse de bebida y droga en sus enormes aparcamientos. En cualquier noche, estos solares polvorientos se llenaban de coches con las canciones de moda sonando a todo volumen desde sus estéreos. (Este hecho se volvió un fenómeno tal que Carlos Simó, entonces director de Puzzle, introdujo un sistema mediante el cual la gente tenía que pagar para salir del local si quería regresar más tarde—dijo que en la primera noche tuvo una ganancia extra de €6000.)

El éxito extraordinario de Spook Factory había lanzado la reputación del fenómeno más allá de Valencia, atrayendo a fiesteros de todas partes en España, en especial de Barcelona, que quedaba apenas a unas horas más al norte, en la costa. La gente llegaba a mansalva para oír música de guitarra mezclada con los más frescos estilos electrónicos, desde el EBM y New Beat hasta el Detroit techno o el acid house. Cada vez más, los fiesteros querían la música más cañera.

Jorge Albi, Stiv Bators and Rafa Cervera

Este sonido híbrido se conoció como Bacalao, es decir, literalmente cod en inglés. Hay varias versiones que compiten por aclarar cómo el término entró a formar parte del léxico. La primera versión la coloca en la tienda de discos Zic Zac, más o menos en 1983. En sus orígenes habría sustituido coloquialmente la expresión ¨discazo¨ que terminó aplicándose a cualquier cosa. Pero la etiqueta musical pegó más y a finales de los 80, era el sinónimo de música electrónica oscura y radical.

Al principio, cuando hablabas de Bacalao, te referías a discos importados o sonidos extranjeros, pero ya más cerca de los 90, también se aplicó al estilo local máquina, un tipo de música de baile veloz y primitiva que venía de Barcelona y que llegó a dominar La Ruta. Derivada de un núcleo duro alemán, la calidad de la música era menos importante que su volumen e intensidad.

La máquina y el bacalao eran muy parecidas—"como el champán y el cava," dijo Antonio Hal—pero la máquina era más dura y más mecánica mientras que el bacalao se consideraba más comercial. La canción de bacalao más famosa, un disco que jugaría un papel decisivo en la caída de La Ruta, fue compuesta por el DJ y cantante valenciano Chimo Bayo. "Así Me Gusta A Mí" salió en junio de 1991, en el sello español Área Internacional con un éxito enorme, vendiendo más de un millón de copias en el mundo. El video fue transmitido por la MTV. Por toda España, la gente repetía su pegadizo estribillo: "Exta sí, Exta no." En todas partes, excepto en las pistas de baile de Valencia.

"De hecho a nosotros se nos ha conocido mucho con el fenómeno de Chimo Bayo pero aquí realmente nadie pinchaba sus discos, aunque en el resto de España fue grandísimo," dijo Luis Bonias. "Pero aquí nadie pinchó el "Así Me Gusta A Mí." Lo pinchaban a veces en los pubs o en la radio."

Aún así, el triunfo del disco le envió un fuerte mensaje a la escena. Un sello, como Contraseña Records, surgió de un día para otro y comenzó a lanzar temas por el estilo de "Así Me Gusta A Mí," a menudo producidos por artistas locales con poca experiencia.

"Chimo no estaba bien visto por los DJs locales, que pensaban: 'bueno, si Chimo lo ha hecho, ¿cómo no lo vamos a hacer nosotros, que somos mejores que él?," dijo Antonio Hal. "Entonces a partir de ahí, todos comenzaron a producir lo más efectivo para la pista. Bombo en negra, boom boom boom, con mucha velocidad. La fama de Chimo Bayo crea algo que todos piensan que no va a tener éxito pero lo tiene a nivel mundial, y se apuntan al carro. Esa industria que estaba empezando a nacer se desvirtúa y la gente toma el camino fácil, el que les va a sacar la pasta."

"Aquí se empieza a crear una posibilidad de negocio muy grande," dijo Costa, "que crea un nuevo escenario donde empiezan a salir muchos sellos discográficos, muchos de ellos vinculados a discotecas donde se empieza a generar un producto de muy mala calidad, una copia de tercera o cuarta generación de música hardcore que se estaba haciendo en Holanda, por ejemplo, o en Alemania y se hacen copias de muy mala calidad por productores con muy poco conocimiento de la producción musical de electrónica, con grabaciones mal hechas, vinilos de mala calidad, con muy mal sonido. Se crea un lobby de discotecas, sellos y radios locales, y un circuito muy cerrado que se fagocita a sí mismo, que llega a más personas, pero va a menos musicalmente."

Juanito "Torpedo" (left) with Depeche Mode

Al concentrarse tanto en la música producida localmente, la escena dejó de ponerle atención a lo que estaba sucediendo en otras partes. Se tocaba algo de trance y hard trance, sonidos lo suficientemente veloces y épicos como para satisfacer a los jóvenes atiborrados de pastillas. Pero había poco espacio para el techno de Detroit, house de Chicago o el IDM de UK. La Ruta, una vez tan abierta y futurista, ahora se miraba el ombligo. Se había aislado.

"Cuando yo empecé a escuchar música electrónica, estaba bastante influido por Bélgica, UK y Alemania," dijo David Gómez, un ex-fiestero de La Ruta que pasó cada verano desde 1990 hasta 1996 con su abuela en Valencia. Ahora vive en Berlín, en un moderno apartamento en Friedrichshain.

"El EBM, el New Beat y por supuesto el Dark Wave. Era una mezcla de muchas, como el techno rave belga, R&S y todos estos sellos de la época. En ese momento no tenía ni idea, no sabía la procedencia de la música. Después, cuando iban pasando los años, la influencia del sonido valenciano fue mucho mayor y la música se volvió muy comercial, ahí fue cuando la escena comenzó a caer en picado."

En 1994, la música se volvió aún peor. Colecciones de éxitos de los 80. Bazofia mákina y Eurodance, a menudo producida por artistas italianos. Todo esto se acomodó bajo el paraguas del término cantaditas, alias pastelitos, un estilo que surgió a finales de los 80 cuando los DJs comenzaron a mezclar New Beat con UK pop. Unos años más tarde, se había desarrollado un sonido propio que se caracterizaba por sus BPMs frenéticos, vocales cutres (a menudo en inglés) y melodías infantiles. "Smile" de New Limit y "Knockin'" de Double Vision son ejemplos de cantaditas muy populares.

"Tienes que entender que llega un momento en que Inglaterra, el sonido se involuciona," dijo Luis Bonias. "Después de Manchester llega un momento en el que los ingleses entran en un terreno con el trip-hop, con el drum & bass o el breakbeat, que aquí la gente no entendía, aquí se llevaba mucho todavía el 4x4."

"Los '90s eran lo peor de lo peor," dijo Antonio Hal.

Esta degradación musical fue un aspecto fundamental del declive de La Ruta pero no fue el único. En 1992, el entonces gobierno socialista introdujo una nueva ley, la Ley Corcuera, a fin de combatir la epidemia de heroína que se extendía por España. La ley permitía a la policía registrar a cualquier persona o local sin orden judicial si existía la sospecha de tráfico de drogas. En 1991, 50.000 fiesteros invadían Valencia cada fin de semana. La mayoría conducía y tomaba drogas.

"Entonces empiezan a montar registros en la carretera del El Saler y otras carreteras que unen Valencia con estas carreteras y al final la gente deja de acudir porque empiezan a multarlos," dijo Costa.

Los accidentes automovilísticos aumentaron a su vez en la zona, cosa que la revista Tráfico, impresa por la Dirección General de Tráfico, conectó con La Ruta en un artículo publicado en el verano de 1993. Algunos medios locales incluso intentaron atar cabos entre La Ruta y la tragedia de Las Niñas de Alcàsser, en la cual tres adolescentes fueron violadas y asesinadas brutalmente cuando intentaron llegar a una fiesta haciendo autostop. La discoteca a la que se dirigían, Coloor, era un local a 40 kilómetros de allí y sin ninguna conexión con la escena.

El periódico regional, Las Provincias, lanzó una campaña de odio en contra de La Ruta. Algunos aseveran que fue el primero en usar la frase La Ruta del Bakalao en sus titulares, cambiando la "c" por una "k." Esto tuvo un efecto profundo, teniendo un impacto más extremo. (En algún momento, "máquina" también se volvió "mákina.") El nombre pegó.

"Yo no reconozco La Ruta del Bakalao," dijo Simó en ¡Bacalao!. "Me dicen "Ruta del Bakalao" y yo no sé qué es eso. Es una gilipollez, directamente. Es un invento de la prensa."

En 1993, el canal nacional de televisión Canal + transmitió un documental que prácticamente hizo que La Ruta tocara fondo. En casi una hora de duración La Ruta Del Bakalao: Hasta Que El Cuerpo Aguante cuenta la historia de un fin de semana a través de varias discotecas, fiestas y personajes, incluyendo al DJ Kike Jaén y el entonces director de Barraca, Vicente Pizcueta. Como sugiere el título, su enfoque principal era tratar La Ruta como un reto de resistencia, y el documental inevitablemente terminaba con vídeos de los fiesteros en estados lamentables y haciendo comentarios sobre drogas muy fuera de contexto.

Kike Jaen

" Al principio nos convencieron con la idea de que iban a contar la historia de que estaba pasando algo muy especial en Valencia, pero después se contó algo muy diferente, dijo Luis Bonias. "El que hizo de intermediario nos engañó porque luego lo vendieron de forma totalmente distinta."

Te voy a confesar un secreto," dijo Kike Jaen. "Cuando fueron a grabar el video me propusieron a mí como DJ porque era el único que no bebía alcohol, ni nada, entonces no tenían posibilidades de pillarme de ninguna manera porque lo que intentaba el programa era buscar de donde rascar para enlazar un poco con el tema de las drogas."

El documental creó una gran conmoción en los hogares y en las oficinas políticas de toda España, pero también hizo un efecto llamada a la juventud por todo el país. Miles más llegaron en bandada a Valencia para saborear La Ruta que había sido televisada. Esto implicó más drogas, más coches y un mayor apetito por ritmos comerciales aún más acelerados. Las autoridades no estaban contentas.

"Allí fue cuando se fue todo a la mierda, cuando empezaron a machacarnos en la tele," dijo José Conca, residente en Chocolate desde 1986 hasta el 2002. "Valencia no se cayó por culpa del público o de los DJs, se cayó porque la policía se encargó de que cayera. Aquí iban con metralletas y pasamontañas. Como si fuéramos terroristas. ¿Quien querría irse de fiesta así?"

"Yo tenía helicópteros de la guardia civil en el parking y perros sueltos buscando drogas," dijo Carlos Simó acerca de Puzzle. “ He tenido muchos problemas con la policía."

Poco a poco, la policía fue sofocando la escena hasta que las masas dejaron de llegar. En vez de 5000 ó 6000 personas en una discoteca, había 1000. Muchos locales, incluyendo District 10, ACTV, Spook Factory, Heaven y Espiral cerraron a la fuerza. Otros continuaron la pelea, adaptándose a los tiempos cambiantes. Ya en 1998, La Ruta era prácticamente una cosa del pasado.

"Esto sucede en todos los órdenes de la vida," dijo José Conca. "Primero una movida es auténtica y poco a poco, cuando se va extendiendo, entra el factor económico y al final cambia mucho. El dinero lo pervierte."

ACTV, Heaven

Mientras trabajaba en este artículo, hablé durante horas con varios de los personajes claves de La Ruta. En términos generales la vieja guardia destilaba entre cierta arrogancia y un sentido de injusticia total. Las contribuciones de cada uno siempre eran la primera, la mejor o la más importante. (Y en muchos casos, tenían razón). Pero también se sentían enfadados y frustrados de que una escena tan grande e influyente se les hubiera ido de las manos.

En particular, me llamó la atención algo que dijo José Conca. "Parece que hubo un interés en que los extranjeros fueran a Ibiza en vez que a Valencia. Cuando Valencia entró en decadencia, Ibiza fue para arriba."

Insistí sobre el tema con varios de los DJs de La Ruta, pero poco tenían que añadir. La comparación era, sin embargo, tentadora. Dos escenas con historias y características parecidas, separadas por un angosto trecho del Mediterráneo. A principio de los 90, el sonido mákina se hizo popular también en Ibiza, como las drogas, las fiestas largas y discotecas gigantescas con aparcamientos desbordados. La diferencia clave, quizás, es que Ibiza es una isla con una industria turística enorme y rica, mientras que La Ruta estaba llena sobre todo de españoles. La Isla Blanca era la gallina de los huevos de oro.

"Hay que tener en cuenta de que Valencia no es una de las ciudades principales de España," dijo Conca. "Entonces esto produjo mucha envidia y en Madrid querían fastidiarnos la historia porque era difícil de asumir que una ciudad como Valencia, que era la tercera en España, fuera la que estaba mandando musicalmente. Fueron a por nosotros."

En parte, la amargura que aún corroe a Conca y compañía se debe a que sus carreras sufrieron un duro golpe el día que La Ruta desapareció. Es fácil ver por qué. Incluso en la cima de sus carreras, cuando se les consideraba súper estrellas locales, estos DJs profesaban una lealtad feroz a su escena y raramente pincharon fuera de Valencia. Conca me dijo que él había rechazado el ofrecimiento de varias discotecas de Ibiza. Y lo mismo hizo Fran Lenaers. Sus reputaciones dependían de la salud de La Ruta. Cuando ésta se hundió, se hundieron con ella.

Algunos de estos DJs aún se dedican a ello profesionalmente, pero sobre todo en fiestas de aniversario de los clubs, o los llamados eventos Remember, en los que se espera que pongan música de los 80 y 90. Lenaers, quien tocó en Sónar Barcelona en el 2017 y en Kaiku, en Helsinki, el año pasado, aún a veces consigue algunos buenos bolos, pero su principal trabajo consiste en reparar sistemas de sonido en discotecas. Carlos Simó se retiró de la industria de la vida nocturna cuando Puzzle cerró en el 2011.

En cuanto a la escena electrónica actual, existe una pequeña comunidad de discotecas, promotores y tiendas de discos que siguen funcionando, aunque es el reggaetón y la música urbana lo que ahora impera en el panorama. Barraca, tuvo un resurgimiento en los años 2000 como bastión del minimal techno, presentando a gente como Richie Hawtin, Ricardo Villalobos o Jeff Mills. Es la única discoteca de La Ruta que aún invita a DJs de renombre, pero como mucho sólo abre una o dos veces al mes.

Cuando visité Barraca y Chocolate, en agosto del 2018, me acompañaron David Verdeguer y Daniel Kyo, dos DJs que han estado involucrados en la música electrónica de Valencia desde los 90 y los 00 respectivamente. Verdeguer lleva una fiesta, un sello, un par de locales y una tienda de discos. Kyo es DJ y productor. Me dijo que pensaba irse a Berlín porque en Valencia no pasaba nada.

Parte del problema de La Ruta, dijeron entre paella y vino blanco, es que la vieja generación no está interesada en pasar el bastón de relevo. "Es una cosa cultural de cómo es la gente de aquí," dijo Kyo. "Aquí el sentido de comunidad y apoyarse es nulo, es nulo, tío."

"Aqui en Valencia había una palabra que se llamaba "jerarquía" que tú tenías que respetar," dijo Verdeguer. "Los que eran mayores que tú, hicieran lo que hicieran, tú los tenías que respetar y tenías que trabajar con lo que te dijeran. Aunque fueran unos dejados ya. Aunque fueran ya gente que no tenía nivel, ni criterio para mandarte a ti absolutamente nada. En las empresas, en las discotecas, en todos lados. 'Tú has llegado aquí el último y calladito la boca.'"

Añadió: "Se lo curraron mucho y trabajaron muy bien. Las discotecas eran increíbles, ni las de Ibiza, ni las de ningún lado eran iguales al nivel de animación, de la decoración, del rollo que había luego con la mescalina, por supuesto. Lo que no supieron es evolucionarlo y mantenerlo, sino explotarlo. Al final, la gallina de los huevos de oro deja de ponerlos."

Con la colaboración de José Cabrera.